La jerarquía

Antes de las vacaciones, hacíamos una reflexión sobre la figura del líder de una operación. El responsable de un equipo. Y sobre cómo el lenguaje, en ocasiones, nos «traiciona». Cuando usamos adjetivos posesivos cuando nos referimos a «Mi Equipo» dejamos entrever que las personas que trabajan con nosotros son algo «nuestro» y, desde mi humilde punto de vista, creo que no es un planteamiento adecuado en una organización fresca y dinámica. Incluso proponía un ejercicio para dejar de hablar de «mi equipo», «mis chicos» y empezar a usar términos más ajustados a la realidad empresarial compleja: «las personas que trabajan conmigo» o «las personas que coordino».

El verano, también, es una época de reflexión. He tenido la oportunidad de leer un libro que ya ha cumplido 20 años y que mencioné en mi anterior entrada a este blog: «La paradoja» de James C. Hunter. La tesis es bien sencilla: liderar pasa por servir. El liderazgo se consigue cuando se tiene Autoridad, que emana del Servicio a los demás. Y esa vocación de servicio proviene del convencimiento de que hay que «amar» al prójimo…

En las organización empresariales, pero también en nuestra vida común, en la pareja, en la familia, con los amigos, se establecen relaciones entre personas en las que aparecen roles de liderazgo. En la empresa queda más o menos claro quién es el jefe y normalmente ejerce dando órdenes e instrucciones. En la familia o en la pareja, en ocasiones, un miembro asume un rol de liderazgo y da órdenes e instrucciones. ¿Eso es bueno o malo?

La jerarquía y la transmisión de órdenes es un mecanismo sencillo. Normalmente buscamos en nuestra vida zonas de confort y ser un «bien mandado» es una de ellas. Las reglas están claras. Yo obedezco y si las cosas salen mal, «que a mí no me miren», «que yo no he tenido la culpa».

Yo quiero imaginar relaciones entre personas de igualdad. Quiero imaginar que no se dan órdenes o instrucciones, sino que existen roles pactados. ¿Quién sabe de estrategia? Pues que sea éste el que nos dé las directrices a seguir. Pero no porque «mande» o porque sea «el jefe», sino porque por sus capacidades le toca ese rol. ¿Quién sabe de mecánica? Pues que sea este el que tome las decisiones sobre cuándo hacer la revisión del coche. ¿Quién sabe de cocina? Pues que sea este el que decida. Y si todo el mundo sabe, que se repartan los roles…

Quiero imaginar este modelo de organización. Y, claramente, no es un modelo que nos mueva a una «zona de confort», porque todos somos más responsables de nuestra actuación dentro de nuestro rol. Si debo atender al cliente, soy responsable de hacerlo bien, porque es mi rol. Y si no estoy de acuerdo con el protocolo o el procedimiento, debo quejarme y debo pelear por cambiarlo. Porque el rol de quien ha escrito ese procedimiento es que funcione y satisfaga a todos.

Las organizaciones sin jerarquías confunden y requieren de una madurez muy alta de las personas. Zappos lo está intentando, aunque haya tenido que caer en el camino el 14% de la plantilla porque no asume el concepto de holocracia  (https://www.efe.com/efe/usa/economia/zappos-la-empresa-que-cree-en-un-mundo-sin-jefes/50000106-2621241). Una lectura muy recomendable es la «constitución holocrática» o cómo de complejo es hacer que una organización sin jefes funcione.

Buenas reflexiones para arrancar el curso:

  • No es «mi equipo»
  • Cuánto podemos apoyar una organización con menos jerarquía

Feliz reincorporación!!

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